MCC en Sevilla

En estos 65 años de Cursillos de Cristiandad en Sevilla se han celebrado 770 cursillos y en los 50 años de Encuentros de Juventud se han celebrado 150 con la participación de miles y miles de sevillanos y sevillanas que han experimentado lo que supone un encuentro personal con Jesucristo.

Los comienzos de los cursillos de cristiandad en Sevilla

Entrevista a D.Publio Escudero Herrero

Siempre en nuestros recuerdos y en nuestras oraciones

 

Desde el principio me resultó providencial que a los 2 días de llegar yo a Sevilla, y estando destinado como sacerdote en el Cerro de los Sagrados Corazones en San Juan Aznalfarache, cuando terminé de confesar –precisamente en la capilla del Perdón de la actual casa de cursillos-, se me presentasen dos jóvenes de la Acción Católica que después de  hablar conmigo pidieron al Cardenal Segura que me hiciera consiliario de la juventud del Cerro. Comencé a trabajar con ellos y empezaron unos 5 jóvenes, pero rápidamente fueron 60 y montamos bibliotecas, ciclos de formación, y otras muchas cosas. Con la transición del Cardenal Segura a Bueno Monreal  vino el Consiliario Nacional y dio unas charlas sobre la Acción católica. Era Octubre del año 1954, unos 4 ó 5 meses antes del primer cursillo de Sevilla, que se celebró en Abril de 1955, durante la feria, en la Residencia Universitaria Salesiana (RUS) de la C/ Arroyo y que fue dirigido por el propio Consiliario Nacional Manuel Aparici (actualmente en causa de beatificación), quien había pedido que tenía interés en que bajase a dicho primer cursillo el sacerdote del Cerro, que era yo.

Yo no había oído hablar de cursillos. Casi todos eran jóvenes de 18 a 25 años. Fue para mí una gran sorpresa; una experiencia que me cambió la vida. Yo estaba preparando oposiciones a castrense, y me planteaba también como otra alternativa la posibilidad de ser profesor en la Universidad, que también me atraía mucho. Cuando hice el cursillo estuve el primer día y medio juzgando a todos; examinando a todos los que hablaban, comparando con la teología que yo sabía; pensando de qué libros salía lo que allí contaban… Yo pensaba que sabía mucha más teología que el cura que daba aquello… Muy autosuficiente con todas mis licenciaturas y sabiendas… El coordinador de aquel cursillo se llamaba Emiliano, Ingeniero de la RENFE, que vino de Madrid, y con él también venía en el equipo dirigente un boliviano, otro de Granada que estaba estudiando en Madrid y algunos más. Por segunda vez asistía Enrique Seco, Catedrático de Derecho Mercantil, junto con su hermano gemelo, que lo hacía por primera vez, como yo. Los diferenciábamos porque uno llevaba corbata roja y el otro corbata verde. Después del rollo de Sacramentos, cuando fuimos al sagrario, hubo un momento muy intenso en que algunos rompieron a llorar, y a mí también en ese preciso momento se me cayeron unas lágrimas, que no sé siquiera cómo se cayeron. Me di cuenta que estaba haciendo el tonto y perdiendo el tiempo, y que yo estaba haciendo disquisiciones teológicas, mientras los otros estaban cerca de Dios y experimentando realmente a Dios. Desde ese momento, cambió todo para mí. Dejé el espíritu crítico. Me impresionó  tanto que no hablé en la clausura; dije que no podía hablar y que hablaría en otra ocasión. Recuerdo que también había asistido Carlos González García Mier,  que estaba conmigo en el Cerro, y después fue consiliario de Cursillos en Jerez; él hacía el cursillo externo y yo interno. En la clausura él habló y contó lo que para él había significado el cursillo. Yo no dije más que una frase porque no estaba yo para hablar mucho… Fue realmente un impacto muy fuerte.

Para el 2º cursillo de Sevilla me llamó también Aparecí. El último día, al bajar de las habitaciones por la mañana temprano, me dijo que iba a dar la primera meditación de ese día, que era la meditación de la mañana. Faltaban 7 minutos para que bajasen el resto de los asistentes a la capilla. Yo no quería dar la charla porque ya había visto en mí el impacto tremendo que podía tener el cursillo y ahora creía que yo lo podía estropear todo; él me dijo que obedeciera porque era fácil y la podía preparar. Me convenció. Me puse de rodillas y comencé a prepararla. Era la meditación de “yo soy la vid y vosotros los sarmientos… no me escogísteis vosotros a mi; fui yo quien os escogí a vosotros para que vayáis y deis fruto”. Total, que terminé dando la meditación, y al cursillo siguiente di dos meditaciones y un rollo del cursillo. Después di ya varios cursillos yo solo, y así empezó todo. Yo no era entonces consiliario oficialmente, pero me fui encargando paulatinamente porque era el que me quedaba después de los cursillos ya que los demás que venían eran de fuera y se marchaban. Metí a varios sacerdotes nuevos, y así fueron rodando los comienzos. El cursillo dependía entonces del Consejo de Jóvenes de la Acción Católica, del que Pepe Ortiz era el Presidente en Sevilla, y Vicente Aycart, el Vicepresidente. En 1957 dejé el Cerro de los Sagrados Corazones y me trajeron a Sevilla. Bueno Monreal me dijo que me dedicara al Movimiento de Cursillos, pero para que tuviese algo permanente y pudiese confesar, me asignaron a la parroquia del Sagrario. A los dos años aproximadamente me nombraron consiliario de cursillos dentro de la Acción Católica, y después Delegado de Apostolado Seglar. Anteriormente yo había sido consiliario de jóvenes de Acción Católica, después lo fui de hombres y de mujeres, y también de la Junta General que coordinaba todo.  Así empezamos.

Los primeros cursillos se dieron en la RUS y otros en la Universidad Laboral. En esta última se llegaron a dar dos cursillos simultáneos en Navidad, con una clausura común. Después, se dieron cursillos en la casa de  Ejercicios de Betania. Las religiosas que asistían en la casa de Ejercicios eran las primeras sorprendidas. Les llamaba muchísimo la atención que ahora se bailara y cantase, se contasen chistes verdes, las cosas con gran desparpajo que se decían en la clausura… y que todo eso ocurriese en una casa que era el Sancta Sanctorum del Cardenal Segura, donde lo habitual era, las velas, el silencio y las zapatillas de cáñamo. Muchas veces estaban escandalizadas. No querían admitirnos y nos ponían todo tipo de impedimentos. Nos ponían un canon por desperfectos y otro por exceso de luz, porque poníamos un foco en la sala de rollos, y cada uno tenía luz en su habitación. Nos daban poco y mal de comer y la gente contaba muchos chistes sobre las comidas. Llegó un momento en que no nos dejaron entrar para comenzar el cursillo y nos cerraron la puerta. Tuve que hablar con el Cardenal Bueno Monreal para que nos abrieran. Para el primer rollo tuvieron que irse a las Teresianas. El Cardenal escribió para que nos abriesen la casa de Ejercicios y reservasen obligatoriamente todos los meses una o dos semanas para los cursillos. Cuando el Cardenal hizo eso, la cosa cambió. Al ir a los cursillos gente de mucho prestigio de Sevilla, comenzaron entonces ya a darnos de comer algo mejor. Una vez me llegaron a preguntar: “D. Publio: que dice la Madre Superiora, que si este cursillo es de primera”, y yo le dije que “a partir de ahora, todos los cursillos van a ser de primera”.   Al oír en las clausuras que la gente decía que ellos eran unos golfos pero que su vida había cambiado por completo, ellas se quedaban también muy impactadas. Poco a poco ellas mismas fueron cambiando su percepción sobre los cursillos. Eran testimonios tremendos porque había personas sin gran cultura, prácticamente analfabetas, que daban unos rollos magníficos. Algunos que no sabían ni leer ni escribir y llegaron a ser alcaldes o puestos de gran responsabilidad en sus municipios. Todos se quedaban impresionados.

Quedamos muy sorprendidos todos. El primero yo, que no salía de mi asombro. Veíamos cómo entraba la gente y cómo salía. Se despertó un interés enorme por los cursillos. Era algo revolucionario. Es que hablan los seglares, decían algunos. Y no sólo hablaban. La parte organizativa la llevaban toda realmente los seglares, mientras la dirección espiritual era propia del sacerdote. Esa corresponsabilidad resultaba revolucionaria en una Iglesia en la que los fieles eran absolutamente pasivos.

Se empezaron a interesar los párrocos. Tenían que hacer cola para pedir plazas para el cursillo, sobre todo a raíz del cambio que habían dado algunos de su arciprestazgo. También iba gente suelta, sin plaza, simplemente por si fallaba alguien, para ocupar su plaza. Había gente que se quedaba llorando porque no había podido entrar en el cursillo. Se despertó así una gran ilusión y esperanza en un movimiento que producía esos efectos. Era algo que deslumbraba. Los curas estaban muy ilusionados y querían llevar gente porque servía para remover las parroquias con un estilo de corresponsabilidad nunca visto y que servía para resolver muchas rencillas. En la Década de los 60-70 hubo mucha colaboración de las parroquias.

Durante los años 1972-73 se celebró en Sevilla el Sínodo Hispalense, que fue un acontecimiento extraordinario en la Diócesis de Sevilla. El Cardenal Bueno Monreal convocó este Sínodo con el fin de renovar la diócesis a la luz del espíritu de los documentos del Concilio Vaticano II. Participaron en este Sínodo varios centenares de sacerdotes y seglares de todos los movimientos apostólicos y representantes parroquiales. Se trabajó con mucha ilusión y deseos de renovación. El 80 % de los seglares que participaron habían hecho cursillos.

Se hizo también mucho hincapié en las Hermandades y Cofradías. Ha habido muchos cursillistas implicados como Hermanos Mayores o miembros de las Juntas de Gobierno de numerosas hermandades, cofradías o asociaciones de fieles, amén de un gran número de pregoneros de la Semana Santa. Muchos, a raíz de los cursillos, comenzaron a dar un giro social a sus hermandades. Fue una especie de revolución dentro de este mundo para conseguir que las hermandades fuesen de otra manera y no se limitasen sólo a los cultos ó a salir de nazareno un día al año. No estuvo exento de polémicas porque en ese mundo había personas que eran acérrimos conservadores, con un tremendo miedo a estos cambios.

En las parroquias pasó igual. Después del concilio, se montaron Consejos  Parroquiales, Consejos Económicos y otros muchos organismos de los que se encargaron los seglares con mucha implicación de los cursillistas. Había barrios que no tenían parroquias y gente que salía de los cursillos se dedicó a recaudar fondos para edificar nuevas parroquias, y así ocurrió por ejemplo con las parroquias de Santa Justa y Rufina en Santa Cecilia, San Diego de Alcalá;  Las Flores, en Pío XII. No sólo se levantaron los templos, sino que, además, surgieron comunidades muy vivas porque muchos llegaron a considerar las parroquias casi como su propia casa, dedicándoles prácticamente todo su tiempo, cariño y dinero.

En aquellos entonces empezaban las Cáritas a funcionar en España, y muchos cursillistas se volcaron en ellas. El cursillo marcaba mucho a la gente con “el amor al hermano” y salían con un sentido social muy profundo, dispuestos a ayudar y apoyar lo que muchos curas estaban queriendo impulsar en este sentido en sus parroquias. No sólo se colaboró en muchas Cáritas parroquiales, sino también a otros niveles diocesanos.

El propio Cardenal quedaba muy impresionado de las Ultreyas y Clausuras. El Cardenal Bueno Monreal había trabajado en el concilio en la constitución sobre la Iglesia en el Mundo Actual (Gaudium et Spes) y era muy sensible a la necesidad y urgencia de una presencia de los seglares en el mundo. Las Ultreyas se hacían en el Salón de Santo Tomás, y asistían más de 250 personas. Los dirigentes nos reuníamos primero en la casa que hoy es el restaurante de Robles, y después nos pasaron a la parte derecha de la fachada del palacio arzobispal.

Dado que yo era consiliario de Acción Católica, hubo un primer momento en que todos los dirigentes de cursillos se integraban en la Acción Católica, bien General o de Movimientos Especializados. Esto fue una primera parte de la historia de cursillos. Posteriormente, por decisión del propio  Cardenal, se decidió separar Cursillos de la Acción Católica, dando a los Cursillos personalidad jurídica propia para poder comprar casas o lo que fuese necesario. El primer presidente diocesano fue Enrique Espejo, Catedrático de la Escuela de Arquitectura. Comienza así una segunda etapa en la historia de cursillos en la que hicimos una mayor insistencia a la presencia de los seglares en el mundo, y no sólo en las parroquias ó en la Acción Católica. Para el desarrollo de la espiritualidad seglar se elaboraron unos libritos, a modo de orientaciones, que siguen vivos porque el propio Enrique Espejo se encargó hace poco de recopilarlos en una nueva publicación denominada “Para caminar”.

En 1974 se compra la casa de la C/ Segovias, nº 2, siendo presidente diocesano Miguel Conradi. A partir de este momento comencé a preparar unas “Orientaciones para Vivir y Actuar” que se elaboraban mensualmente y que también se han recopilado en un libro que lleva este título. Fue una época en la que hicieron cursillos muchas personalidades de la sociedad civil y de la cultura sevillana, profesores de  la Universidad, Presidentes, Decanos y otros miembros de distintos Colegios Profesionales (Abogados, Médicos, Veterinarios, Farmacéuticos, Notarios, Registradores, etc.).

En esta segunda fase se trabajó mucho también en los barrios, donde había muchos movimientos de izquierda. Muchos se implicaron allí. Otros, en puestos de responsabilidad en sus pueblos o en la ciudad (Alcaldes, concejales, etc.) o en los partidos políticos. En lo social se trabajó en dos escuelas profesionales, una en el Polígono San Pablo y otra en el Cerro del Águila. Otros en cooperativas de viviendas, centros de promoción cultural de la mujer, Manos Unidas y otras asociaciones que estaban en sus comienzos. Hubo un gran compromiso con instituciones benéficas como Regina Mundi, institución que vive de la Providencia y que acoge a personas abandonadas, y a la que conocí  dos años después de llegar a Sevilla. También lo fue la residencia de mayores Monte Tabor, como una respuesta a la necesidad social para los mayores, a raíz de una finca cedida por un cursillista de Gines para este propósito, y en donde trabajaron muchos cursillistas como albañiles durante los fines de semana, gracias a la ayuda de un constructor también cursillista. Se cultivaban allí claveles para que se autofinanciasen. Después, en Bollullos de la Mitación, se montó Monte Tabor 2. Son instituciones hoy concertadas ya con la Junta de Andalucía. Otros iniciaron o han venido colaborando en instituciones y ONG como El Pan Nuestro de cada día, que, mediante cuotas, repartía el pan a personas necesitadas de las barriadas más pobres; Aliento, para ayudar a los que salen de la cárcel; Madre Coraje, Costaleros para un Cristo Vivo,  Fundación Cardenal Spínola de lucha contra el paro, Médicos sin fronteras, Norte-Sur, Voluntariado de Manos Unidas, colaboración de catequistas y profesionales en misiones en Santo Domingo y otros lugares, y otras muchas labores asistenciales. Igualmente, ha habido mucha presencia y testimonio cristiano de cursillistas en la Universidad de Sevilla y antigua Universidad Laboral, tanto profesores como alumnos, en las APAs de los distintos centros educativos, así como en otras instituciones culturales como el Ateneo de Sevilla, Ateneo Popular, Peña Antorcha, Club Astervion, Club UNESCO Sevilla, Centros de Promoción de la mujer en los barrios, etc. . Otros cursillistas se integraron en distintas asociaciones y movimientos apostólicos (Acción Católica, Movimiento Familiar Cristiano, Equipos de Nuestra Señora, Alianzas, Propagandistas, Neocatecumenales, Opus Dei, Carismáticos, Focolares, Vida Ascendente, etc.). Todo esto además de que muchos han seguido colaborando también en grupos de vida cristiana ó en la catequesis prebautismal, primera comunión ó prematrimoniales, cáritas, y otras actividades de muchas parroquias.

El acompañamiento de las personas en el postcursillo nos ha generado siempre muchas dificultades. El impacto que producía el cursillo era muy grande. Un gran lanzamiento a la autenticidad y compromiso en la vida. Pero no se podía pensar que todo quedaba ahí en el cursillo. La gente acudía con problemas de todo tipo y necesitaba después del cursillo un seguimiento, apoyándolos y cuidándoles, ayudándolos a crecer humana y espiritualmente. Insistíamos siempre en que el cursillo era sólo un primer paso en nuestra conversión. Un paso importantísimo, pero sólo un primer paso. Por eso teníamos los equipos como algo sagrado. Los fundadores dijeron que uno de los secretos de la eficacia del  cursillo estaba en el grupo (también llamado equipo).

Primero fueron jóvenes los que iban a cursillos, más o menos hasta 1958. Después comenzaron a ir también adultos y llegó ya un momento en que había más adultos que jóvenes, pero los cursillos comenzaron siendo sólo para hombres. Que fuese así probablemente se deba al contexto histórico y socio-cultural propio en que se generaron los cursillos. No fueron momentos fáciles para los fundadores, porque cursillos en la doctrina que proclamaba, se estaba adelantando a lo que después ratificó el propio Concilio Vaticano II. Consecuencia de ello es que al primer Obispo de cursillos, monseñor Hervás, se le levantaran muchas calumnias, incluso de que en los cursillos se decían blasfemias y herejías, lo que le costó el traslado. Lo cierto es que no estaba por eso bien visto que se diesen cursillos para mujeres.  Entonces algunos comenzamos a dar unas convivencias de mujeres con unos contenidos similares a los del cursillo. Al principio la mayoría de las charlas las daba yo; después hubo también hombres que daban charlas y después empezaron ya  a dar las charlas las mujeres. Estas convivencias de mujeres desembocaron en los cursillos de mujeres. El primer cursillo de mujeres se dio en Diciembre de 1961 con la ayuda de Monseñor Cirarda, recién nombrado Obispo Auxiliar de Sevilla, junto con el consiliario de Vitoria. Al segundo cursillo de mujeres ya asistí yo como Director Espiritual. Recuerdo que durante el primer cursillo de mujeres operaron a mi madre porque estaba muy grave. Después del segundo cursillo de mujeres mi madre ya había muerto. Cuando regresé de aquel segundo cursillo de mujeres, noté el gran silencio que suponía la ausencia de mi madre, y eso fue para mí como una gran conversión hacia la mujer. Entonces me di yo cuenta lo mucho que significaba una madre.

Los cursillos de mujeres cayeron además por su propio peso porque cuando los maridos y novios salían de los cursillos sus mujeres y novias no los comprendían. Ellas les preguntaban con frecuencia: ¿a dónde vas? , y, cuando ellos les decían que a misa de diario, ellas se asustaban: ¿Cómo a misa si no es domingo?. Con el trabajo que me costaba llevarte a los primeros viernes y mira ahora… Había muchas que mandaban a los maridos o novios a los cursillos para que no se desmadrasen  y ahora se encontraban con esto, y les entraban unas celotipias enormes. Incluso miedo de poder perder a sus novios porque estuviesen sintiendo la vocación para entrar en el seminario: “D. Publio: ¿qué ha hecho Vd. con mi novio?. Le he dicho que qué quiere que le regale y me ha contestado que un crucifijo… Yo lo veo muy raro”. Muchas llegaron a tenerme como acérrimas enemigas debido a esas celotipias porque decían que se iban a las reuniones con D. Publio: ¡Ese D. Publio!. Yo solía decirles que no se preocuparan; que lo que pasaba es que ahora sus respectivos las querían más porque las querían mejor. Cuando ya ellas hacían el cursillo, recuerdo que, después del rollo de sacramentos, algunas llegaban a tirarme de la sotana y me pedían perdón por las barbaridades que decían haber dicho de mí.

Así como el cursillo de mujeres nació por las demandas de los varones, después fueron los matrimonios a una los que demandaban algo para sus hijos de 17-20 años, ya que por aquél entonces sólo se admitían a los cursillos a los mayores de 21 años. Durante una enfermedad mía aproveché para preparar los esquemas de los Encuentros de Juventud que se iniciaron en 1969. Los jóvenes salían encantados. Esto reforzó mucho a las familias.

En la diócesis de Sevilla hemos dado también 14 encuentros de generaciones, en la misma línea de facilitar el encuentro  entre padres e hijos en las familias. Ambos trabajaban sobre un mismo texto reuniéndose los padres y los hijos, primero por separado, los padres con los padres y los hijos con los hijos, y después se ponía todo en común. Saltaban a la palestra los problemas de comunicación existentes entre padres e hijos. Los padres estaban deseando que sus hijos los comprendieran, y los hijos igual. Los hijos decían: “Los padres se creen que lo saben todo, y no se bajan del burro”. Y los padres decían: “Yo no pude estudiar, y ahora que le hado unos estudios a él se cree que lo sabe todo y que uno no sabe nada”. Había un portavoz de los padres y un portavoz de los hijos. La mayoría decía que las relaciones eran frías, distantes, formales… Algunos padres al escuchar a los hijos se asustaban: ¿pero qué te he hecho yo, hija, para que digas esas cosas de mí?. A continuación de escucharse unos a otros había una merienda; después la eucaristía y después un bailoteo.

Estos cursillos comenzaron también casi simultáneamente con los cursillos de mujeres, como una preocupación por la familia. Entonces no había prácticamente nada de esto en la diócesis. Yo empecé a hacer unos esquemas sencillos: Iguales pero distintos y otras charlas, que se fueron dando en muchísimas parroquias de la ciudad y prácticamente todos los pueblos de la diócesis. Duraban una semana y había veces que hacíamos hasta 200 Km cada día, por ejemplo, para ir y volver a Guadalcanal. Yo solía ir los Sábados. Después de la charla entrábamos en la capilla y hacíamos una oración con unas hojitas que repartíamos en la que ellos pedían por ellas y ellas por ellos. Era muy emotivo. Alguna me llegó a decir que había estado mejor que el Cordobés (que entonces estaba de moda por el salto de la rana). Habrán pasado cientos de miles de novios de toda la diócesis por estos cursillos. Hemos hecho muchos cursillos; unos externos y otros internos; primero de una semana y después intensivos de fin de semana. Finalmente prevalecieron los intensivos de fin de semana. En los años 70, cuando llegaba San Valentín, dábamos un cursillo en la zona Centro, otro en el Norte, Sur, Este y Oeste de la ciudad, y después celebrábamos la clausura de los cinco cursillos en el salón de Santo Tomás, en el Palacio Arzobispal.

Los primeros cursillos se dieron en la RUS y en la Universidad Laboral, como se ha dicho antes, y también en algunos pueblos como Osuna y Utrera, y, después, en la casa de Ejercicios de Betania, hasta el cursillo 49. El cursillo 50 se dio en Junio de 1960 ya en la casa de cursillos de San Juan, para lo cual tuvimos que modificarla totalmente porque anteriormente había servido como convento de clausura para las Salesas, y aquello se había quedado vacío y pobrísimo. El instituto secular de Las Aliadas se ofreció a ayudarnos y contábamos con ellas para hacernos la comida y atender la casa. A la clausura de ese cursillo 50 asistió el Cardenal Bueno Monreal y el Obispo Auxiliar Monseñor Cirarda.

El Movimiento de cursillos creo honestamente que ha hecho mucho bien a la Iglesia y a la sociedad en general. En sus comienzos, en plena dictadura de Franco, fue un gran shock para los más conservadores y también para algunos Obispos. En realidad el Movimiento de cursillos fue un adelantado de su tiempo. Antes del concilio Vaticano II se llevaban ya dando cursillos durante 11 años, como una avanzadilla de la línea teológica que después quedó proclamada en el propio Concilio. Todo ello no estuvo exento de fuerte crítica y persecución. Como ya hemos dicho antes, a causa de los cursillos, mandaron al Santo Oficio hasta a Monseñor Hervás, Obispo iniciador del movimiento, lo que originó su traslado (a modo de destierro) a Ciudad Real. Curiosamente, y como consta en los documentos históricos sobre el origen de cursillos, este hecho fue providencial porque contribuyó y posibilitó que los cursillos pudiesen extenderse y no quedasen circunscritos a Mallorca donde se habían originado, de forma que en poco tiempo, estaban ya extendidos en los 5 continentes. Es una pena que hoy exista un cierto desconocimiento de los cursillos y en muchos casos algunos prejuicios, después de todo lo que se ha trabajado y los buenos frutos obtenidos. Cursillos contribuyó en sus orígenes a vitalizar la Acción Católica y posteriormente en la génesis y actividad de otros muchos movimientos eclesiales que se han nutrido de personas que avivaron su fe y su compromiso apostólico a través de un cursillo, al igual que las parroquias, la catequesis, y numerosas instituciones asistenciales, culturales y sociales en el ámbito sevillano.

Si importante fue el movimiento de cursillos en sus orígenes, tanto o más lo es hoy en día en que hay mucha menos apetencia por lo religioso. Lo religioso no vale. No se cotiza. Hay valores en alza y valores en baja. Hoy Dios está en baja. Creemos que Dios no nos hace ya falta a los hombres y mujeres de hoy. Nosotros sólo nos bastamos para hacer las leyes y organizarnos. No necesitamos ya el derecho divino ni hay un derecho natural. La única fuente de derecho es el derecho positivo. El derecho de algunos prima sobre el de los otros, como ocurre por ejemplo en el aborto, en el que los propios hijos llegan a ser tratados como si fueran perritos o mercancías. La Iglesia no hace falta para nada porque para hablar con Dios no hace falta ir a misa. Del evangelio de Jesucristo hemos hecho un supermercado en el que cogemos unas cosas y dejamos otras. Cogemos lo que nos apetece o nos conviene.

Cursillos sigue siendo válido si conserva su carisma y sigue yendo a lo nuclear y a lo fundamental. El fermento sigue siendo válido siempre que no se adultere y pierda su cualidad. Así lo aprendí de mi madre que siempre guardaba una parte del fermento que usaba para cocinar. Una vez se le olvidó guardarlo adecuadamente y cuando lo sacó, lo miró detalladamente y vio que ya no servía. Se lo echamos al perro, y ni el perro lo quería.