El Cursillo supuso una toma de conciencia de mi militancia como cristiano. Yo era un cristiano convencido y practicante pero quizás me faltara el pasar de la práctica a una militancia mucho más activa en los ámbitos religiosos en los que me movía y me muevo.
Desde que hice el Cursillo en 1.984 (Cursillo 481) mi vida espiritual se vio reforzada. Hubo un tiempo en el que pertenecí a la Escuela del Movimiento. Después con Inmaculada, mi mujer, impartimos charlas durante varios años en los Cursillos prematrimoniales, una experiencia verdaderamente enriquecedora. Y más adelante asumí responsabilidades en el mundo de las Hermandades y Cofradías -mi mundo- donde sin duda se ha notado el carisma de cursillista.
El Cursillo es una experiencia de encuentro con Jesucristo que le viene bien a cualquiera. El que lo busca -aunque quizás no lo sepa- porque termina encontrándolo para toda la vida. Y el que ya lo conocía y lo tenía postergado en su vida porque toma conciencia de la grandeza y la responsabilidad que supone ser cristiano.