En 2012, un Encuentro de juventud del Movimiento de Cursillos de Cristiandad lo cambió todo. “Me ayudó a abrir los ojos. Me sentí verdaderamente amada por Dios y entendí que formo parte de algo grande, de la Iglesia”. Desde entonces ha procurado vivir la Misa “con otra actitud”, profundizando en lo que ésta significa. “También ha cambiado mi forma de relacionarme con mi familia o mis amigos, aunque sigo fallando, desde el Encuentro intento poner a Cristo continuamente en el centro de mi vida”.
Este compromiso se materializa en su participación en el Servicio de Asistencia Religiosa de la Universidad de Sevilla (SARUS) y en la Pastoral Juvenil. Ambas realidades “me han servido, además de para conocer a mucha gente buena, para formarme”. No en vano, explica que en el SARUS ha aprendido, entre otros aspectos, sobre la Doctrina Social de la Iglesia, sobre las Sagradas Escrituras o sobre cómo ser “cristiano hoy”.